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Faltando 2 minutos para las 16 horas de ayer falleció en el Instituto de Neurocirugía el jinete Carlos Rivera Avendaño, después que la ciencia lucho durante días por salvarle la vida desde que llegara a ese centro especializado, después de caer en la tercera carrera del Club Hípico de Santiago, el pasado miércoles 27 de Septiembre.
La trágica noticia causó dolor en todos los medios y el público en general, que tenía en Carlos Rivera uno de sus ídolos, lugar que ganó a través de su campaña en la pista.
El escueto informe que dio cuenta de la muerte de Rivera señala textualmente:

PACIENTE: Carlos Rivera Avendaño
DIAGNOSTICO: TEC Cerrado. Contusión cerebral y de tronco cerebral. Graves.
Se constata su fallecimiento a las 15:58 de hoy.

Firma el equipo médico tratante.
Santiago 5 de Octubre
de 1978.

UN JOVEN DE 24 AÑOS
Carlos Rivera Avendaño, con solo 24 años de edad, alcanzó la fama en las pistas de carrera sólo con un punto de mira en cada competencia: ¡la meta!. Aparte de la fama, se hizo acreedor al cariño del público, que muchas veces lo obligó a dar “la vuelta olímpica” por una difícil victoria conseguida cuando la opción del suyo era remota. “Yo defiendo hasta el último las platas del público” decía agregando que las carreras sólo estaban terminadas una vez pasada la meta.
La mayoría de los profesionales de la hípica sentían afecto por el látigo. Derrotar a Rivera era prácticamente una meta para algunos y para otros aprender de él, era suficiente. “El huaso tiene mucho corazón”, fue siempre el comentario que corregía las apreciaciones
sobre un estilo con reconocidos defectos pero con una efectividad pocas veces vista en la pista. Justamente, para algunos - especialmente para el mundo joven que no vio a otros en su plenitud - es el jinete chileno de todos los tiempos. Las increíbles victorias logradas por Carlos Rivera lo hicieron entrar en el mundo de la leyenda de los eventos públicos que colmaban aposentadurías.
La satisfacción de ver ganar al potrillo para el dueño de un caballo, su felicidad y en honor a la verdad deben ser muy pocos los que no adeudan algo a Carlos Rivera; Corría cuanto caballo le ofrecían igual en los trabajos, durante la semana. No le importaba el dueño ni qué caballo fuera, solo que había que trabajar. Por estas razones, su entrega a la pasión de toda una vida es también un ejemplo deportivo pocas veces visto. El deporte – que nunca ha reconocido a la hípica como tal  - tiene en Rivera otro caso ejemplar.

CERRO LOS OJOS
Si un caballo no ganaba con Carlos Rivera, significaba que no ganaría con nadie. Había hecho triunfar a muchos, pero su yegua “Tanita” todavía no conocía el disco de los primeros. Por eso de decidió a correrla en la reunión extraordinaria del Miércoles 27 de Septiembre en la pista del Club Hípico de Santiago.
Una maniobra errónea y fue a dar por tierra, estrellándose entre las barandas y el apretón de los caballos que lo seguían. Desde aquella tarde no volvió a correr y no volvió a abrir los ojos. No sólo para mirar la pista, sino que tampoco para su esposa, Luisa Santos Carreño, hija del entrenador Luis Santos, y a quién conoció en las inmediaciones del Club Hípico. De la pareja nació una hija, Giovanna, de 3 años.

LA NIÑITA
Desde que el drama de inició, la hijita Giovanna no quiso volver más a recorrer los jardines del Club donde jugueteaba con su padre todas las mañanas. Aún con tan cortos años, tampoco quiso volver a mirar el automóvil Peugeot de color blanco, que el astro gobernaba todos los días para desplazarse de un punto a otro. La situación con la pequeña obligó  a que el coche fuera cubierto con una extensa lona.

DE LOS ANGELES
El jinete Carlos Rivera – natural de Los Angeles – se inició como jinete en Concepción en 1968 obteniendo una sola victoria. Posteriormente en 1969 logró 4 triunfos. Ya en 1970 alcanzó los 15 triunfos y en 1971 ganaría su primera estadística con 59 carreras. Después de ganar 2 carreras en 1972 intentó trasladarse a Santiago.
Con documento firmado por los preparadores César Covarrubias y Juan Zúñiga más una autorización notarial de su padre Carlos de la Cruz Rivera Avendaño logró llegar a los exámenes médicos efectuados por los doctores Juan González, Carlos Lira y Alfonso Rinsche. Fue declarado apto para ejercer la profesión de jinete, con 50 kilos 400 gramos y 1 metro 60 centímetros. El oficio fue firmado por Humberto Barros, entonces administrador de la Caja de Previsión de los Gremios Hípicos. El documento quedó caratulado con el Nº174 del 23 de Febrero del 1972.

EL “MONSTRUO” RIVERA
Con la patente en la mano, el jinete entró a las pistas de Santiago, lleno de ilusiones, pero con trabajo y esfuerzo, las oportunidades de vestir las chaquetillas multicolores no le fueron esquivas.
Traía 102 victorias de Concepción y sirvieron de antecedente.
En Santiago durante 1972 obtuvo 20 triunfos (1 clásico). Durante 1973 alcanzó 58 victorias (4 clásicos, incluso “El Ensayo”). Al año siguiente llegó a las 88 (3 clásicos). Ya en 1975 comenzará a marcar récords, 202 carreras ganadas en el año (23 clásicos). En 1976 mejoró la marca y completó 241 triunfos (récord y estadística igual que el anterior año). La temporada del 76 le permitió ganar 36 clásicos. En 1977 sus récords de carreras ganadas en un año lo acercaban a lo imposible, 244 victorias en un año (11 carreras ganadas en dos días de carreras, en Diciembre). Esta temporada obtuvo 52 clásicos y nació el apelativo de “El Monstruo de la Pista”.
En lo que va corrido de 1978, Carlos Rivera logró ganar 168 carreras y casi dobla a su más cercano seguidor. En las victorias de este año hay una enorme cantidad de clásicos.

“LA TERCERA de la hora” viernes 6 de octubre de 1978 Pág.35.
recortes gentileza de ROCAMAN.

 
 
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